martes, 24 de julio de 2012
lunes, 23 de julio de 2012
Esperaba que no ocurriera nunca. El deseo de inactividad era tan sincero que pesaba en el estómago. Pero no traté de huir, dejando así mis manos limpias. Los dientes blancos y puros sin jirones de carne escondida. Atravesé con las uñas pieles invisibles que me sonreían con lágrimas de sangre en sus millones de ojos. Lo hice llevada por la certeza de la irreversibilidad, la consciencia que hiere y arrastra; reconforta y abraza.
Delicadamente envolví los restos: tristes plumas grises y mojadas esparcidas por el suelo, de las alas que unas vez se batieron regias.
Una piel húmeda y fría, pero que cubre la vida.
domingo, 22 de julio de 2012
Observo a través de la ventana los colores que caracterizan esta tierra de tejados oxidados, quemados por un sol que todo lo abrasa. Algunos son más jóvenes y le devuelven los rayos al cielo desde cristales inclinados. Quienes se encuentran bajo ellos no temen al fuego: están protegidos por el frío de sus neveras, y cuando hablan, sus palabras quedan suspendidas en el aire como nubes de humo.
Donde se acaban las tejas una línea amarilla establece el último límite. Detrás de ella no hay nada, salvo ese gris plomizo que amenaza con dejar caer todo su peso sobre nuestros cuerpos de hormiga.
Donde se acaban las tejas una línea amarilla establece el último límite. Detrás de ella no hay nada, salvo ese gris plomizo que amenaza con dejar caer todo su peso sobre nuestros cuerpos de hormiga.
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